Comunidades Profesionales de Aprendizaje

¿Por qué tantas escuelas, maestros y estudiantes trabajan en aislamiento, solos y a menudo en competencia unos con los otros? (por Dr. James L. Drexler)

Una de las historias más sorprendentes en los Evangelios, es el relato del hombre poseído por un demonio que Jesús encuentra en la región de los gadarenos (Mateo 8:28-34, Marcos 5:1-20, Lucas 8:26-37). La historia es única por una serie de razones: el hombre tenía una fuerza sobrehumana por estar poseído por un demonio. Este se hacía llamar Legión porque eran muchos. Estos fueron echados a una manada de cerdos, y rápidamente se precipitaron al lago; la gente estaba tan asustada por lo que Jesús había hecho que le pidieron que abandonara el área. Sin embargo, una de las cosas que más llama mi atención de este relato es que el hombre poseído, estaba solo. La gente evidentemente trató de ayudarlo, incluso trataron de contenerlo para que no se lastimara, pero finalmente se lo llevaron a vivir entre los muertos, entre tumbas en completa soledad. Su sufrimiento físico y espiritual era real, pero emocionalmente esta pobre alma estaba completamente desolada.

Entonces Jesús vino, y corrigió la situación. Él echó fuera a los demonios, e inmediatamente el hombre fue redimido, restaurado y renovado. Era tan diferente que los pobladores tenían miedo cuando lo vieron vestido y en sus cabales. Luego Jesús le dice algo sorprendente cuando el hombre liberado le rogaba que le permitiera acompañarlo: “Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión” (Marcos 5:19 NVI).

Mi punto al volver a narrar esta historia es que, este hombre —que previamente había estado poseído por un demonio, que en su momento estaba solo y abandonado entre los muertos— fue devuelto a su familia, a sus amistades, a su comunidad y al Reino de Dios. Por cierto, debe haber sido un misionero muy efectivo, porque cuando Jesús regresó más tarde al área, leemos en Mateo 15:30-31 que “Se le acercaron grandes multitudes que llevaban cojos, ciegos, lisiados, mudos y muchos enfermos más, y los pusieron a sus pies; y él los sanó.” (NVI).

¿Por qué tantas escuelas, maestros y estudiantes trabajan en aislamiento, solos y a menudo en competencia unos con los otros? No pretendo inferir que trabajar solo es una señal de posesión demoníaca, sino destacar que el diseño de Dios para los seres humanos es que vivamos, trabajemos y adoremos juntos, no separados. Hemos sido creados y redimidos para estar en comunidad. La Biblia enfatiza que nos necesitamos mutuamente (“El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Ni puede la cabeza decirles a los pies: «No los necesito»” [1 Corintios 12:21 NVI]). Sabemos por experiencia que la suma del conjunto supera las contribuciones individuales de las partes.

Proverbios 13:20 enseña que todo aquel que camina con el sabio crece sabio. “Caminar con el sabio” implica vivir y trabajar con aquellos —sea la iglesia, la familia o la escuela cristiana — que conocen y creen en la verdad de Dios. Caminar implica relación, compañerismo y aprendizaje mutuo ya que “El hierro se afila con el hierro y el hombre en el trato con el hombre.” (Proverbios 27:17 NVI). Los beneficios que obtiene aquellos que temen al Señor y tratan de seguir sus mandamientos son la madurez y el crecimiento espiritual. Para ilustrar los beneficios de las comunidades profesionales de aprendizaje (CPA), consideraremos brevemente dos facetas de la educación.

James Coleman (2011) teoriza que las escuelas religiosas privadas tienen una fuerza inherente porque son comunidades funcionales que comparten los mismos valores y creencias. Por lo tanto producen un “capital social”, que a su vez permite el “cierre inter- generacional” necesario para apoyar y fomentar el crecimiento de un niño hacia su adultez. Además del capital físico (edificios y herramientas) y del capital humano (conocimiento y habilidades) que las escuelas poseen, existe un “capital social”, que es igualmente importante al proveer un ambiente enriquecedor para los estudiantes.

Estas comunidades tienen un conjunto en común de valores y expectativas. Los fuertes lazos generacionales entre adultos y niños, crean un entorno que facilita la transferencia de valores, por ejemplo la formación espiritual. En otras palabras, la enseñanza de valores y moral a los niños en comunidades altamente funcionales se logra mayormente a través de las relaciones con los padres de familia, profesores y compañeros. Estas comunidades superan la influencia de la televisión, películas, pandillas u otras influencias negativas.

Como lo demuestra el trabajo de Coleman, las escuelas tienen un mayor impacto si los educadores están trabajando en comunidades profesionales de aprendizaje (CPA). Estas pueden definirse como “grupos de educadores profundamente comprometidos con el aprendizaje continuo —de sí mismos y los estudiantes— a través de valores compartidos, reflexión y diálogo, todos bajo la dirección de la misión de la escuela” (Drexler 2011, 48). En definitiva, estas funcionan donde existe una estrecha relación entre valores, normas, comportamientos y expectativas en las escuelas y los educadores que están trabajando. Generalmente esta congruencia de metas produce buenos resultados académica y moralmente hablando.

La comunidad también moldea el manejo de aula y la disciplina. Nuestra oración al aplicar disciplina en un contexto cristiano es lograr arrepentimiento, restitución y restauración. Pero por experiencia sabemos que no todos los estudiantes responden positivamente a la disciplina. De hecho, uno de los retos más desagradables que cualquier director enfrenta es cuando se llega al momento de pedirle a un alumno que se retire debido a sus continuos problemas de disciplina. Sin embargo la Biblia nos anima a ser perseverantes en esto: “Corrige a tu hijo mientras aún hay esperanza” (Proverbios 19:18 NVI); “Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones” (Proverbios 29:17 NVI); “Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos” (Hebreos 12:9 NVI). La oración de cada educador de escuela cristiana es que cada estudiante sea “amigo del bien, sensato, justo, santo y disciplinado” (Tito 1:8 NVI).

La escuela que practica la disciplina restaurativa, y los profesores y la administración están trabajando bajo los lineamientos de las CPA tiene un potencial emocionante:

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La comunidad de la escuela cristiana enfatiza el poder restaurador de la gracia de Dios a nivel individual y dentro de la comunidad global. En una época de cinismo y desesperanza, la gente de la escuela cristiana se centra en la redención, la restauración y el “Shalom”, como se ve en la historia, como se describe en la literatura, como se celebra en la iglesia. Porque la gracia supera al balance general, la cooperación viene antes que competencia, el servicio antes que el interés personal. (Vryhof et al. 1989, 27; énfasis en original)

Debemos siempre sostener estas verdades delante de nuestros estudiantes: Dios está en control de todas las cosas, Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte, y el Espíritu Santo vive en los corazones de todos los creyentes. La gracia de Dios es una realidad presente para el cristiano, pero a menudo tenemos que orar por nosotros mismos y por nuestros estudiantes, como Eliseo oró por su sirviente: «Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea» (2 Reyes 6:17 NVI). Para que los corazones sean atraídos a Jesús –y esto es medular en las escuela cristianas– los docentes y la administración deben jalar en la misma dirección. La educación cristiana es fundamentalmente un asunto del corazón y hay que recordar que, no es sólo una cuestión de los corazones de los estudiantes sino que comienza con los corazones de los educadores.

¿Qué debemos hacer para promover el tipo de unidad que resulte en una verdadera comunidad? Un paso muy simple, pero profundo, es que los educadores –con la gracia de Dios– guarden para sí muchas de sus opiniones mientras aprenden a diferir con otros. Al buscar formas práctica y tangible de demostrar amor y compasión otros deben cuidar de no emitir criterios personales. Si de alguna manera pudiésemos aprender a dejar llevar un registro de los errores de los demás, los cambios resultantes tendrían un tremendo impacto en el qué y el cómo de la enseñanza en el aula. Esta nueva actitud también cambiaría el enfoque en el manejo de clase y la disciplina. Esto no implica que los maestros dejen de enseñar la verdad o que los estudiantes sean disuadidos de hacer preguntas y participar en la discusión. Sin embargo, debemos enfrentar la cruda realidad de que el pecado está arraigado en el orgullo y el egoísmo; y esos pecados siempre darán como resultado malentendidos en la comunidad.

A medida que estos cambios ocurren, los estudiantes verán nuevas actitudes de amor y respeto modeladas por los maestros y directores. Esto les animará a tratarse unos a otros de la misma manera. Por último, la construcción de relaciones y comunidades benignas llenas de gracia, se convertirá en uno de los objetivos más importantes de la escuela. Necesitamos escuelas cristianas en las cuales los educadores y maestros se cuiden unos a otros, se animen, trabajen y aprenden juntos en momentos de necesidad, así como tiempos de abundancia.

El propósito de las CPA es sencillo: mejorar el aprendizaje. Los educadores deben recibir el apoyo que necesitan para enseñar. Deben estar personalmente involucrados en el aprendizaje continuo y dirigidos por líderes efectivos. Una cultura que promueve la colaboración, confianza, respeto, compañerismo y aprendizaje para todos, generará un aprendizaje renovado y mejores resultados. La necesidad fundamental es la construcción de habilidades y conocimientos de los maestros como profesionales para enfocar esa capacidad en los estudiantes y su aprendizaje. Las escuelas cristianas pueden prosperar en esta tarea a través de las comunidades profesionales de aprendizaje.


Para quienes leen en inglés sugerimos los libros Nurturing the School Community (Drexler 2011) y Schools as Communities (Drexler 2007, próximamente en español). Estos les darán conceptos básicos e ideas para implementar en sus escuelas las CPA

Referencias:

Coleman, James S. 2011. Fundamentos de Teoría Social. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
Drexler, James L. 2011. Nurturing the School Community: Teacher Induction and Professional Learning Communities. Colorado Springs, CO: Purposeful Design.
Vryhof, Steven, Joel Brouwer, Stefan Ulstein, and Daniel Vander Ark. 1989. 12 A rmations: Reformed Christian Schooling for the 21st Century. Grand Rapids, MI: Baker Books

Autor:

El Dr. James L. Drexler, es el decano de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Graduate School of Education at Covenant College. Obtuvo su doctorado en liderazgo educativo en la St. Louis University. Ha servido por 23 años como maestro de la escuela secundaria, entrenador

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